Hace más de cien años llegó a Chile el joven viticultor Onofre Juliá Gomila desde su natal, Isla de Mallorca. Llegó buscando el valle del Limarí, del cual había oído hablar por sus fértiles tierras y microclimas encajonados entre montañas semidesérticas, donde se daban algunas de las mejores cepas de uva. Se asentó en el pueblo de Rapel, hoy comuna de Monte Patria. Al llegar, en 1905, comenzó a producir alcoholes en un terreno contiguo a la plaza de Rapel. Ahí desarrolló su primera marca de Pisco, Juliá, Vicens y Cía., en 1915 Pisco San Salvador y en 1928 Pisco Casa Real. Posteriormente nace la Cooperativa Pisco Control, de la cual es parte y deja de producir sus propios piscos. Una visita a esta planta hoy permite conocer su antigua construcción de adobe. La producción es artesanal, ya que los alambiques son a fuego directo, a leña y el proceso de destilado lo hacen tres maestros por nariz. Wiluf y Juliá, utilizan cepas moscatel de Alejandría y moscatel rosada, las más aromáticas para hacer pisco. El resultado es un destilado transparente con mas de 3 años de guarda -sin madera- de 40 grados, cuyo nombre hace sentido: “WILUF” significa resplandor en mapudungun. “Queríamos un nombre que se conectara a la tierra”, dice Verónica Juliá, nieta del español que comenzó esto y es parte de la empresa Pisquera Casa Juliá. La planta se puede visitar y hacer un recorrido en áreas de destilación y embotellado.